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Por Carlos Ortega
El miércoles 15 de Junio a las 02:00 de la madrugada, Alex, Johanna, Becky, y yo nos fuimos con dirección a Canoa, en Manabí. Llevamos kits de útiles escolares para niños de escuela y colegio. Luego de cuatro horas de viaje, era evidente que algo grande había pasado en esta provincia: Manabí.
Escombros por las calles, carpas ubicadas afuera de casas con fisuras, otras sostenidas con cañas. Una hora más de viaje nos llevó a nuestro destino Canoa.
Eran las 07:00 am cuando un letrero sostenido con unos palos quebrados nos decía: Bienvenidos a Canoa. Decidimos estacionarnos en una gasolinera, oramos, nos estirarnos y planeamos el día.
Había militares y policías por todos lados. Fue conmovedor ver lo que una vez fueron hoteles, casas, restaurante, hoy yacen en escombros, personas durmiendo en improvisadas carpas que solo las utilizan para dormir en la noche ya que en el día no puede estar dentro por el calor.
Seguíamos dando vueltas en medio para encontrar albergues o personas que puedan darnos información que necesitábamos, cuando afuera de una casa de construcción mixta y con gran parte de sus paredes caídas, habían 3 niños cepillando sus dientes, en la calle, preparándose para lo que sería un día de clases.
A todos nosotros nos golpeó mucho esta escena. No sabíamos si teníamos que estacionarnos allí y ayudar a esta familia o simplemente seguir en nuestra búsqueda. Continuamos y, luego de hablar con un policía, este nos llevó hasta el albergue del gobierno.
Hare un paréntesis para explicar los 2 tipos de albergue.
El albergue tipo 1: En este albergue del gobierno, las personas o familias que están allí tienen derecho a una carpa, buenas camas, alimentos, servicio de hospital, ayuda psicológica y terapia de rehabilitación para niños.
El albergue tipo 2: En estos albergues las personas parecen no tener derechos. Tienen carpas improvisadas con plásticos que les regalaron, el calor es intenso y sofocante, 3 baños para 150 personas, no tienen agua potable.
Nos quedamos en este albergue no tipo 2. El policía nos presentó al líder de la comunidad y, mientras conversamos con él, nos relataba cuáles son sus miedos y sus mayores necesidades: ellos quieren volver a sus casas.
Sin embargo, su deseo no puede hacerse realidad porque son impedidos por los militares, algunas de estas casas son inhabitables, gran parte de ellas serán demolidas.
Nosotros le hablamos un poco de lo que estábamos haciendo y quiénes éramos, fue muy sincero y nos dijo que ellos tienen ayuda de personas particulares, pero que hay un grupo de personas allá por el Río Canoa, otro poblado, que no están recibiendo casi nada de ayuda.
Después de cuarenta y cinco minutos más de viaje llegamos. Allí nos recibió un grupo de mujeres muy contentas, al parecer estaban esperado nuestra visita. Sus rostros reflejaban tristeza, era visible que estaban sufriendo.
Todas las conversaciones giran en torno al terremoto, sus lágrimas comienzan a salir y los momentos duros de aquel 16 de abril vuelven a desempolvarse. Una madre que perdió a su hijo, junto con su esposo, porque su casa les cayó encima. Un niño huérfano porque su madre falleció esa tarde, un hombre que perdió su fuente de trabajo.
Todos ellos están reunidos en un mismo albergue, sus vidas están golpeadas y sus esperanzas renacen aunque su futuro no luce prometedor. Cada palabra que salía de nuestras bocas tenía como propósito animarles y fortalecerles. Hicimos una reunión con todos los que estaban allí, niños, mujeres, unos cuantos hombres. Nos presentamos y les dijimos quiénes éramos y porqué estábamos allí.
Abrí la Biblia para hablarles del ininterrumpido amor de Dios. Leímos Juan 3:16. Para algunos de ellos, era la primera vez que leían ese versículo.
Nuestra actividad continúo y era momento de entregar lo que habíamos llevado, un kit de útiles para los niños, teníamos uno para cada uno. Ellos se quedaron contentos porque era justo lo que necesitaban, ya que sus clases están por comenzar en el mes de Julio, y seguirán necesitando más cosas para la escuela o el colegio.
Este albergue, llamado Sagrado Corazón de Jesús, está compuesto por un aproximado de 50 personas, 15 niños, 14 adolescentes, 21 adultos, 5 carpas de 2 metros de ancho x 3 y medio metros de largo. Estuvimos 5 horas compartiendo con la gente allí.
Al final sus palabras fueron: ‘gracias por acordarse de nosotros’, nos abrazaron fuertemente y nos invitaron a regresar.
Motivos de Oración:
  • Ser testigos fieles de Cristo.
  • Encontrar la dirección de Dios para saber en qué forma podemos ayudar a esta comunidad.
  • Guía y cuidado en los próximos viajes.
  • Provisión para las necesidades que hay que cubrir: ‘transporte, alimentos, ayuda social’.
  • Por el equipo que forma parte de este proyecto: Diana, Carlos, Becky, Johanna, Daniel, David, Ivan, Alex, y por todos los que vayan a sumarse.
Agradecemos a Dios por guiarnos y por sus oraciones y ayuda que nos envían. Aún tenemos mucho que hacer.
Hemos dado el primer paso.

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By Carlos Ortega
On Wednesday June 15th at 2:00am, Alex, Johanna, Becky and I left Guayaquil for Canoa, Manabi. We were taking school supply kits for elementary and high school aged kids. After four hours of traveling, it was evident that something big had happened in the province of Manabí.
There was debris all over the streets, tents and tarps erected to cover cracks in the walls of homes, other houses suspended by makeshift (caña) scaffolding. One hour more and we arrived at our destination, Canoa.
It was 7am when the sign, suspended between two broken poles, read: Welcome to Canoa. We decided to park near a gas station to pray, stretch and plan out our day.
There were military and police all over the place. It was moving, to see what once were hotels, homes, and restaurants, now lying in piles of debris, people sleeping in improvised tents used only to sleep at night because in the day they would be too hot to bear.
We walked around in the middle of the town in order to find the shelters and people that could give us the information that we needed. We passed one dilapidated house with most of its walls broken down, and there were 3 small children brushing their teeth, there in the street, preparing for their day at school.
That scene impacted all of us. We wondered if we should just stay there, and help that one family, or continue on our exploration, surveying the need. We continued, and after speaking with one police officer, he took us to a government shelter.
Here, a brief sidebar to explain the two types of shelters.
Shelter type #1: In the government shelters, people and families are provided a tent of their own for sleeping, good beds, food, health care services, psychological support and rehabilitation therapy for children.
Shelter type #2: In these shelters, people seem to have been provided nothing for their own. They have make-shift plastic tents where the heat is intense and suffocating, only 3 bathrooms for 150 people, and no clean drinking water.
After talking to few people, we stayed in this second type of shelter. The policeman introduced us to the leader of the community, and through talking with him, we learned their collective fears and greatest needs: they all want to return to their homes.
Unfortunately, the military have detained the people, deeming their houses unsafe and uninhabitable. The majority of the homes of these people, who continue to dream of returning, will sadly soon be demolished.
We spoke a bit about what we were doing there, who we were, and the leader shared very sincerely with us that the people in his community have the support of private sponsors. He told us about a group of people at Río Canoa (Canoa River), another small community that were not receiving any outside help.
After another 45 minutes, we arrived. In Río Canoa a group of women received us; it almost seemed as if they were anticipating our arrival. Their faces reflected sadness and their suffering was visible.
All conversations revolved around the earthquake, and the frightful moments on that 16th day of April. Shaking the dust off, and recounting those vivid memories to us, brought all their tears back to the surface. One mother lost her son and her husband when their home collapsed on top of them. One child was orphaned when his mother died that day. One man lost his only source of work and income.
They all continue together, in one shelter. Their lives all struck by the same devastation, and yet holding out the same hope, though the future does not look promising. Each word we shared was for the purpose of strengthening and encouraging their hope. We gathered everyone together, children, women, and a few men and we introduced ourselves — who we were and what we were doing there.
I opened a Bible to share with them about the uninterrupted love of God.
We read John 3:16, and for some of them it was the first time they had heard it.
After a while, we decided it was time to give the community what we had brought with us — the school supply kits — and we had one for each person. They seemed pleased and told us that it was just what was needed as classes were set to begin in the month of July (delayed by 3 months), and they would continue to need more resources for the elementary and high school.
This shelter, named Sacred Heart of Jesus, is comprised of approximately 50 people, 15 children, 14 adolescents, 21 adults, and 5 tents (2m x 3.5m long). We were with them that afternoon for about 5 hours.
In the end, their words were: “Thank you for remembering us”. They hugged us with strength, and invited us to return.
Prayer Requests:
  • That we would be faithful witnesses of Christ.
  • That we would continue to see the guidance of God to know how to help this community.
  • For guidance and protection in our upcoming trips.
  • For the provision of resources for transportation, food, and the tangible social support that is needed.
  • For the team that is involved in this project: Diana, Carlos, Becky, Johanna, Jesse, Daniel, David, Ivan, Alex, the Camp Board, people from the communities of Bastión and for others who will continue to join us.
We are thankful to God for guiding us, and for your prayers and the support that has been sent for this effort. There is much to be done. We have taken the first step.

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